Bergoglio, que siempre ha considerado esa
flor como una «señal» de Teresa de Lisieux y de su intercesión, recibió una
como regalo al día siguiente de la vigilia por Siria
Andrea
Tornielli Ciudad del Vaticano
El domingo 8 septiembre, un día
después de la larga vigilia de oración por la paz en Siria, durante la que
fueron leídos algunos pasajes de santa Teresita de Lisieux, Papa Francisco recibió como regalo, sorpresivamente,
una rosa blanca. Una flor que para
él representa una «señal» vinculada justamente con la devoción de la santa. Lo reveló, autorizado por el mismo
Francisco, el arzobispo de Ancona-Ósimo, Edoardo Menichelli.
El prelado, que escuchó la anécdota de los labios de
Bergoglio, la narró durante la presentación de un libro en Pedaso, en la
provincia de Fermo (Italia).
Se trata del libro “Teresa
de Lisieux. La fascinación de la santidad. Los secretos de una doctrina
reecontrada” (Lindau), el voluminoso y documentado ensayo de Gianni Gennari que el Pontífice llevaba
consigo en el equipaje de mano durante el viaje a Brasil en ocasión de la JMJ.
Mons. Menichelli indicó: «El Papa me dijo que fue sorprendido,
mientras paseaba por los jardines vaticanos el domingo 8 septiembre, por un
jardinero que le regaló una rosa blanca apenas cortada. Una flor que considera una “señal”, un
“mensaje” de santa Teresita, a la que se había dirigido con preocupación el día
anterior».
El arzobispo llevaba a los
que asistieron a la presentación del libro los saludos de Papa Francisco e
indicó que había sido el mismo Papa quien le había autorizado hablar sobre la
anécdota de la rosa blanca. El Pontífice no relacionó la rosa blanca con la
vigilia por la paz de la tarde anterior, pero no es difícil imaginar que entre
las angustias del obispo de Roma estuviera justamente la situación
internacional, las masacres en Siria, la intervención de las fuerzas armadas
occidentales.
¿Cuál es el significado de
la rosa blanca para Bergoglio? Lo explicó él mismo, cuando era cardenal, en el
libro entrevista “El Jesuita” escrito por Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti.
Los periodistas, al describir la biblioteca de Bergoglio en Buenos Aires,
escriben: « Nos llamó la atención ver en
uno de los estantes de la biblioteca un cuenco lleno de rosas blancas con una
estampa de Santa Teresita detrás. “Cuando tengo un problema le pido a la santa, no que lo resuelva, sino
que lo tome en sus manos y me ayude a asumirlo y, como señal, recibo casi siempre
una rosa blanca”».
La devoción del Papa por la
mística carmelita que murió a la edad de 24 años en 1897, canonizada por Pío XI y proclamada
Doctora de la iglesia por Papa Wojtyla en 1997, es muy conocida. El mismo Francisco volvió a hablar de ella
con los periodistas durante el viaje de regreso de Río de Janeiro. Teresa,
mientras estaba todavía viva, había prometido que después de su muerte habría
hecho llover del cielo «pétalos de rosas»,
es decir gracias concedidas por Dios
gracias a su intercesión. Escribió: «Un
alma encendida de amor no puede permanecer inactiva... Si ustedes supieran
cuántos proyectos hago sobre todas las cosas que haré cuando llegue al cielo...
Sí, quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra». Así, durante la vigilia del sábado 7 septiembre, se intercalaron algunos pasajes de un poema de la Santa De Lisieux
a las lecturas del Evangelio.
La devoción y el mensaje de
las rosas no comenzó con Bergoglio. Era el 3 de diciembre 1925 cuando el padre jesuita Putigan comenzó una novena
para pedir una gracia importante. Pidió
una señal para saber si había sido escuchado. Deseaba recibir una rosa como
don. A pesar de que no había hablado con nadie sobre la novena ni mucho
menos sobre los particulares de lo que le pidió a la santa, al tercer día recibió la rosa que había
pedido y, por lo tanto, la gracia. Comenzó otra novena. Al
cuarto día de esta segunda novena, una monja
enfermera le llevó una rosa blanca y le dijo: «Santa Teresa le manda esta rosa». Entonces el jesuita tomó la decisión de difundir la novena «milagrosa» «de las rosas», que desde entonces se difundió por todo el
mundo.
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