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lunes, 18 de abril de 2011

Semana Santa 2011

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EL LUNES SANTO

El lunes, al encaminarse de nuevo al Templo de Jerusalén, "sintió hambre"


La noche del domingo fue intensa para Jesús. Explica muchas cosas a los suyos, pero, sobre todo, reza.
Su alma está en tensión.
Ve, quiere, siente, habla con el Padre, es invadido por el Espíritu Santo que le empuja al sacrificio.
Vive un amor intenso y dolorido. Ante sus ojos desfilan los sucesos de aquellos tres años, y la humanidad entera con sus miles de historias individuales se le hace presente. Es la oración del Mediador entre Dios y los hombres, y vive su función con intensidad.
También ayuna, su espíritu no se relaja.
El lunes, al encaminarse de nuevo al Templo de Jerusalén, "sintió hambre". Pero en lugar de recurrir a los suyos pidiendo alimento, se dirige hacia un higuera buscándolo. Sabe que florecen hacia junio y raramente lo hacen en abril; pero le mueve un deseo intenso de que Israel dé buenos frutos, a pesar de todas la evidencias.
Tiene hambre del amor de su pueblo y de todos los hombres.
Pero aquel pueblo es como la higuera que tiene muchas hojas y ningún fruto.
Y surge la ira profética como el relámpago en un cielo de tormentas, y clama hablando con el árbol, y más aún con su pueblo: "que nunca jamás coma nadie fruto de ti"(Mc). Los discípulos escuchaban sorprendidos.
Al día siguiente "Por la mañana, al pasar, vieron que la higuera se había secado de raíz". Los discípulos estaban acostumbrados a los milagros, pero esta vez se sorprenden, pues se dan cuenta que forma parte del mensaje de Jesús que les habla por medio de un símbolo.
Un árbol frondoso y prometedor se ha secado casi de repente.
"Y acordándose Pedro, le dijo: Rabbí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado". Era como decirle explícanos esta nueva parábola unida a un milagro tan extraño.
 Jesús abre su alma y les explica algo esencial: el valor de la fe y la importancia del perdón y les contestó: "Tened fe en Dios".
La necesitarán pues dentro de poco van a ver la debilidad de Dios, o mejor, un manifestarse del amor divino que se abajará al máximo para ganar la buena voluntad de los hombres.
Para personas acostumbradas a considerar a Dios lleno de poder y majestad, es un escándalo verle humilde para vivir el misterio del perdón.

MARTES SANTO

El día de las grandes controversias


La noche del lunes fue como la del domingo: enseñanzas a los discípulos y mucha oración.
Jesús está en máxima tensión.
El ambiente de paz de Betania ayuda a relajar los espíritus, pero Jesús no cede en su lucha y necesita rezar.
El martes acude al Templo por el camino tantas veces recorrido.
Los rostros de los que le acompañan están serios; ya no hay vítores de los acampados alrededor de Jerusalén, ni en la misma ciudad. Pero muchos quieren oír y ver al Maestro, al Hijo de David, al que resucitó a Lázaro, al que se ha proclamado Hijo del Padre eterno.
Este día todos los grupos que se oponen a Jesús se van a unir y emplear sus armas dialécticas para destruirle.
"Siguieron observando y le enviaron espías que simulaban ser justos para cogerle en alguna palabra y entregarlo al poder y jurisdicción del gobernador"(Lc).
Muchas cosas van a quedar claras en este día y mucha va a ser la luz para los de mente y corazón abiertos.

EL MIÉRCOLES SANTO

El miércoles santo Jesús no acudió al Templo.
Permaneció en Betania en una vigilia de oración.
Todo lo que había de decir, lo ha dicho.


La revelación de su identidad es clara.
La denuncia del pecado también.
Las posiciones de los importantes también están definidas.
Cristo les dice: "Sabéis que de aquí a dos días será la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado"(Mt).
Hay presciencia en Jesús.
Sabe lo que va suceder, sabe el día y la hora.
No le será ahorrado el desconocimiento previo, o la esperanza de que el dolor va ser menor.
Lo sabe todo.
Es consciente de que los clavos van a atravesar su carne, sabe que su cuerpo va ser flagelado, escupido, deshonrado y, por fin, llegará una muerte cruel.
Lo sabe, y no huye, porque esa afrenta va a ser convertida en un sacrificio en el que Él va a ser sacerdote y víctima.
Va a pedir al Padre el perdón para todos, pero lo va a pedir pagando el precio de justicia de todos los pecados.
Va ser un verdadero sacrificio expiatorio, como lo simbolizaba el animal que soltaban los sacerdotes que llevaba sobre sí los pecados del pueblo.
Pero ahora no va ser un símbolo, sino una realidad.
El peso de todos nuestros pecados va a caer sobre Él. Jesús va a ser el inocente que paga por los pecados de aquellos a quienes ama.
De esta manera se manifiesta una misericordia que tiene en cuenta la justicia.
Ya había sido profetizado mucho sobre el siervo de Yavé que padecerá para librar al pueblo de sus pecados.
Se cumplirá todo hasta el mínimo detalle.
El amor no es sólo la satisfacción por el gozo con la persona amada. Es también querer tanto al otro -en este caso todos los hombres- que se busca librarlos de todo mal, se busca liberarlos de las garras del diablo, de las redes del pecado, de la muerte primera, y de la muerte segunda que es el infierno.
Ese amor le lleva a no poder soportar que se pierda ninguno.
Que todo el que quiera salvarse lo pueda hacer.
Por eso no rechaza el sacrificio.
Se puede decir que lo ama, aunque el corazón tiemble y la carne se resista.
Pero la voluntad es firme.
Y el miércoles santo es un día de oración intensa y sin descanso, rodeado del cariño de los suyos, aunque no todos, pues Judas le odia.

Reproducido con permiso del Autor,
ENRIQUE CASES, “Tres años con Jesús”,
 Ediciones internacionales universitarias
pedidos a eunsa@cin.es




MADRUGADORES:
BUENOS DIAS y
¡BIENVENIDOS AL ALBA DE ESTA SEMANA SANTA!

Cuando se ama...todo parece poco para agasajar a la otra persona. El amor, cuando existe, no conoce más medida que el darse por sistema.
Eso es lo que encontramos en estos tres días que preceden al Triduo de la Pascua: ternura y amistad. En medio de los abrojos y de las espinas que crecieron en torno a la figura de Jesús; en el entorno de un mundo que no entendía y cerraba los ojos al señorío de Jesús.....surge, en este lunes de Semana Santa, una mujer como excepcionalidad y oasis en medio del desierto.
Tal vez en sus últimas horas, Jesús, quiso arroparse del cariño y de la cercanía de los suyos. Y, éstos, le ofrecieron lo que simbolizaba su lealtad y su amistad, su aprecio y su confianza: ¡PERFUME EN ABUNDANCIA, PREÁMBULO DE SU UNCIÓN PRÓXIMA!
Aquella que derrochaba amor y admiración por Cristo... no quiso poner precio a un perfume vertido a los pies de Jesús
Pudieron más los gestos que las palabras: arrodillada a los pies del Maestro, su esencia, era presagio de la muerte anunciada.
Aquel que selló de palabra y de obra la venta de Jesús... puso, antes y después, plata a su entrega. ¡30 monedas eran poco comparado con la riqueza que regalaba María a los pies del Nazareno!

Y... ¿NUESTRO PERFUME?

Acostumbrados a tasar las cosas y las personas... nos cuesta ofrecer gratuitamente el aroma de nuestro servicio a los demás.
Mediatizados por la competitividad... corremos serios riesgos de “vender” en vida la fama y la credibilidad de prójimos que nos rodean
Empujados por el máximo beneficio... medimos con cuentagotas la calidad para los demás y en sobreabundancia lo que es para nuestro bien personal.
Educados para la palabra... se nos hace difícil entender gestos como el de María: se desprendía de lo más caro y valioso que tenía en su casa.
Condicionados y justificados por el ambiente... buscamos mil excusas para que sean siempre los demás los que tengan que hacer frente a los grandes dramas del mundo (pobreza, hambre, enfermedades...) mientras procuramos guardar con mimo la bolsa de nuestra personal riqueza.

JESÚS VIENE A NUESTRA CASA


Antes de iniciar la Pascua, el Señor, viene a la casa de cada uno de nosotros. Hemos vivido muy de cerca de El en este tiempo de Cuaresma y, ahora en contraprestación, parece como si fuera a despedirse de aquellos que supieron estar a su lado. ¿Lo hemos estado nosotros?.
Ojalá, que en estas vísperas de la Semana Santa, sepamos volcar lo más caro y mejor de nosotros mismos sobre El.
Ojalá,, en estos días que se acercan, sepamos contagiar el ambiente con nuestra FE pública como lo hizo el Nardo que María echó a los pies de Jesús.
Ojalá, en estas horas de juicio y de condena, seamos hombres y mujeres firmes en nuestro amor a Dios y en nuestra lealtad a su Hijo.
Ojalá, todas nuestras casas como cristianas que son, se llenen del aroma de una vida cristiana que en Semana Santa se tiene que consolidar, fortalecer, purificar y derramar.
Ojalá, aunque sea caro el perfume de nuestro tiempo, seamos capaces de ofrecerlo en abundancia a los pies clavados de Jesús:
Velando con El en la noche de Jueves Santo.
Besando sus pies al ser crucificado en Viernes Santo
Y quedándonos asombrados porque, de su pasión, lo único que quedó fueron sus llagas y cicatrices en manos, pies y costado.

JAVIER SACERDOTE

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