Navidad
Mateo, 2 - Lucas, 2
Quizás la Navidad sea la fiesta más universal de la Historia de las Religiones. De una conmemoración exclusivamente cristiana, pasó a ser, a través de los siglos, una celebración mundial hasta para los pueblos que no creen en Jesucristo como Hijo de Dios. Bajo la influencia de una invasora industria cultural, muchos de esos pueblos adoptan hoy día, las luces, estrellas, el árbol de Navidad, los regalos, las tarjetas y hasta los saludos de "Feliz Navidad".
Desde nuestra óptica cristiana no tendríamos que menospreciar esa generalización de los símbolos navideños entre los pueblos paganos, porque no sabemos si en el Plan de Dios puede constituir un primer paso de acercamiento a la Fe, y si algún día esos pueblos se preguntarán ¿"Qué es lo que estamos festejando?" y algún misionero les responda "La llegada al Mundo del Hijo de Dios". Algo parecido le sucedió a San Pablo, cuando les dijo a los atenienses: "Ese dios desconocido al que Uds. le han levantado un altar, yo lo vengo a anunciar: es el Señor del Cielo y de la Tierra".
Nosotros también expresamos la alegría de esta fiesta con los adornos navideños, pero no nos contentamos con los símbolos. Y aunque el relato del nacimiento tenga de por sí un mensaje de hondo contenido espiritual, no nos quedamos en los detalles - el pesebre, los pastores, los Angeles - ni en aquellos otros que la tradición incorporó.
Tampoco pretendemos parafrasear el texto del Evangelio, para hacerlo más atractivo con nuestras expresiones literarias- ¿Cómo podríamos decir mejor, lo que dijo el Evangelista con palabras inspiradas por Dios?
Como Jesús en el camino a Emaús, lo más importante es "abrir el sentido de las Escrituras" es decir, descubrir qué significa para nosotros la Navidad.
Por una parte, sabemos que el Hijo de Dios ha venido a la tierra para asumir nuestra condición humana. Asumir quiere decir ante todo, que toma un cuerpo como el nuestro. Pero mucho más que un hecho físico, Jesús incorpora a su naturaleza, las realidades que conforman nuestra vida: nuestras emociones, nuestro trabajo y nuestro descanso, nuestras penas y alegrías. Nada de lo humano les es indiferente. Gracias a la Navidad, todo nuestro mundo es el mundo de Jesús, y por tanto, el mundo de Dios. Es como si de pronto quedara suprimida la distancia entre la creación y el Creador y nosotros fuéramos elevados a un nivel insospechado de divinidad. Nivel que fue expresado en las Sagradas Escrituras con la expresión "sois como dioses"
Y por otro lado, qué cumpleaños tan distinto es el de Jesús a todos los que conocemos en nuestra vida. A diferencia del aniversario de un prócer o de una persona muy notable, que no pasa de ser una conmemoración, en cada Navidad, Jesús nace dentro de nosotros. Esta es la nota propia y maravillosa del misterio cristiano. "Misterio" no se relaciona, en nuestro lenguaje, con lo "oculto" o "desconocido", sin con la cualidad mística de producir en quienes lo celebran, la Gracia propia de cada festividad.
El misterio de la Navidad es hacernos re-nacer a la Vida, transformándolos un poco más en hijos amantes de Dios y en hermanos amantes de nuestros prójimos.
Mauricio G.
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