A sus 87 años atiende a embarazadas con problemas
Preso en el campo nazi de Dachau,
Dios le envió «un ángel» y fue feliz en medio del infierno
Desnutrido, desmoralizado y sin esperanza, un joven Bernard Py conoció
en el campo a un dominico que le cambió la vida.
La historia de Bernard Py es la
de una conversión, la de un encuentro con Jesucristo en el
lugar más insospechado, en un sitio en el que muchos creían que Dios no había
aparecido.
Sin embargo, es en la oscuridad donde se manifiesta con mayor fuerza la luz. Y así lo atestigua el ahora médico jubilado francés de 87 años, cuya vida da para un libro, y de hecho lo ha dado.
Sin embargo, es en la oscuridad donde se manifiesta con mayor fuerza la luz. Y así lo atestigua el ahora médico jubilado francés de 87 años, cuya vida da para un libro, y de hecho lo ha dado.
Durante la II Guerra Mundial fue internado
junto con su hermano, su padre y su padrino en el campo de
concentración nazi de Dachau. Allí vio la maldad y la muerte en primera
persona, tanto que ni su padre ni su padrino salieron vivos de aquel fatídico
lugar. Pero en medio de este sufrimiento inmenso y de las condiciones
infrahumanas este francés “encontró la felicidad”.
Detenido por los nazis junto a su
familia
¿Cómo ser feliz en medio de tanta
muerte? Allí encontró a Dios y asegura que recibió un segundo bautismo.
De
la muerte pasó a la vida. De la desespera-ción, de no sentirse
persona, de vivir sin esperanza se transformó para poder vivir el día a día
bajo la providencia y como un don de Dios. Y todo ello en uno de los sitios
más oscuros creados por el hombre en los últimos tiempos, el campo de Dachau.
Esta historia de Bernard Py comienza
en verano de 1944. Tenía 19 años y era estudiante
de Medicina. En sus vacaciones se trasladó junto con su hermano mayor a
la residencia familiar.
Allí colaboraron con la resistencia pero la Gestapo localizó de dónde provenía la ayuda. Los nazis arrestaron a cientos de personas del pueblo de Py y de los que estaban alrededor, todos los que tuvieran entre 16 y 60 años.
Allí colaboraron con la resistencia pero la Gestapo localizó de dónde provenía la ayuda. Los nazis arrestaron a cientos de personas del pueblo de Py y de los que estaban alrededor, todos los que tuvieran entre 16 y 60 años.
Enviado a un campo de
concentración
Junto con sus familiares y
vecinos fue interrogado brutalmente para que delatara a los líderes de la
resistencia. Fue sometido a la tortura de la bañera durante sus
interrogatorios e incluso fue víctima de latigazos. De su Francia natal fue
trasladado con parte de su familia al campo de Dachau, del que muchos ya no
volvieron.
Allí les encomendaron tareas
sobrehumanas en condiciones lamentables. La esperanza de vida en el campo era
de seis meses. Trabajaba la tierra en un horario que iba de las cinco de la
madrugada a las ocho de la tarde.
Apenas iban vestidos pese al frío del invierno alemán. Además, estaba aquejado de desnutrición. El deterioro de Py era permanente: perdía peso de manera alarmante y comenzaba a ver afectado su sistema nervioso y cerebral. Y todo ello sin higiene alguna.
Su deterioro físico y espiritual
Apenas iban vestidos pese al frío del invierno alemán. Además, estaba aquejado de desnutrición. El deterioro de Py era permanente: perdía peso de manera alarmante y comenzaba a ver afectado su sistema nervioso y cerebral. Y todo ello sin higiene alguna.
Su deterioro físico y espiritual
Sin embargo, el ámbito
físico no era su único problema. Había otro de igual o mayor importancia:
el
personal y espiritual. Su autoestima estaba por los suelos. Se odiaba y
se sentía inferior. Comenzaba también en él una muerte óntica, del
interior de su ser. Ya no temía la muerte pues era parte de la rutina del día a
día mientras las burlas, el maltrato y las palizas hacían en él más mella
psicológica que física.
El ángel enviado del cielo
Pero justo en el momento más oscuro de
su vida, justo cuando tocaba fondo apareció un ángel, un enviado de
Dios que le cambió la vida, incluso interno en un campo de concentración
nazi.
Este ángel no era otro que un joven y valiente fraile dominico,
el padre Álex Morelli. Arriesgando su propia vida hizo de manera clandestina
de capellán en el campo de concentración.
El había seguido el llamamiento del arzobispo de París, el cardenal Suhard, para ser capellán clandestino de todos los franceses. Este apostolado le llevó a Dachau y allí siguió desarrollándolo a rajatabla.
El había seguido el llamamiento del arzobispo de París, el cardenal Suhard, para ser capellán clandestino de todos los franceses. Este apostolado le llevó a Dachau y allí siguió desarrollándolo a rajatabla.
Y así llegó el encuentro
entre este fraile y un joven Bernard sin esperanza,
sin vida. Durante semanas y en encuentros breves comienza a hablarle de Dios.
“Tardé muchas horas días en absorber lo
que me decía durante estos encuentros furtivos puesto que mi alma estaba
reseca y sedienta”.
“Dios es amor”
Su interior, sin embargo, iba experimentando un cambio. Comenzaba
en él a fluir la esperanza aunque en el campo todo externamente fuera a peor.
Y empieza a interiorizar el gran cambio en su vida. “El padre me hacía entender que
Dios es amor” y que se preocupaba por él, sufría por él.
Llega
a la certeza de que no está sólo.
“Este dominico me
enseña que tengo dos ayudas esenciales, siempre que las quiera y las pida: la Providencia y la Gracia”, recuerda ahora Bernard casi 60
años después. Confirma que la providencia va apareciendo
“misteriosamente y en silencio” en pequeños detalles así como la Gracia, pues a
pesar de todo siente la “dignidad de ser hijo de Dios”.
El joven Bernard va recuperando
su persona. Ni las duras horas de trabajo ni el tifus que asolaba el campo, ni
la muerte ni la privación de libertad. Había algo en él que superaba todo
esto. Lo que le producía la muerte ahora ya no podía con él.
El gran encuentro con Cristo
Pero el encuentro más grande con el
Señor estaba aún por llegar. El broche a un encuentro profundo. Un
tarde helada de invierno, Bernard recibió del padre Morelli la comunión a
escondidas. La sagrada forma estaba envuelta en un trozo de papel que dejó
en su bolsillo de la camisa.
Mientras trabaja, completamente
helado, sintió un calentamiento enorme. Era una explosión de auténtica
felicidad en todos los planos: “físico, psicológico y espiritual”. La
fuente de calor estaba situada en el pecho y era “Jesús en la Eucaristía”
“Fue un signo
personal y único, que permanece en mí inolvidable: la felicidad gustada
infinitamente. Posteriormente lo relacioné con una consagración al Sagrado
Corazón que habíamos hecho al principio de nuestro internamiento”.
Ya no temía a nada. Ni a la muerte, pues estaba convencido de que Dios le daría la
gracia de morir cristianamente, ni al trabajo. Era feliz. Feliz en medio de la
muerte. “Había recibido una perla inigualable en el infierno”.
Su lucha contra el holocausto del
siglo XXI
Finalmente, él y su hermano
fueron liberados mientras su padre y padrino fallecieron en aquel lugar. Bernard
siguió con sus estudios de medicina. Ejerció como tal y tuvo una familia
numerosa.
Al final de sus años dedicó su
vida a ayudar a mujeres embarazadas en dificultades A través de un
teléfono las escucha, asesora y anima. Pues es consciente y ha vivido en
primera persona otro holocausto similar al del aborto. “Toda vida es frágil y sagrada”,
reconoce ahora a sus 87 años, edad que no le impide seguir acompañando a estas
mujeres.
Además, ha convertido su casa en un hogar para peregrinos que están de paso. La gratuidad de la vida y del amor le ha hecho dar lo mismo que él mismo recibió hace casi 60 años.
Además, ha convertido su casa en un hogar para peregrinos que están de paso. La gratuidad de la vida y del amor le ha hecho dar lo mismo que él mismo recibió hace casi 60 años.
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