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viernes, 1 de mayo de 2009

1º de mayo - San José, Obrero

San José, Obrero
Imagen de Ntra. Sra. de La Rábida

Fiesta instituida por Pío XII el 1 de mayo de 1955, para que —como dijo el mismo Pío XII a los obreros reunidos aquel día en la Plaza de San Pedro — «el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias». —

San José, descendiente de reyes, entre los que se cuenta David, el más famoso y popular de los héroes de Israel, pertenece también a otra dinastía, que permaneciendo a través de los siglos, se extiende por todo el mundo. Es la de aquellos hombres que con su trabajo manual van haciendo realidad lo que antes era sólo pura idea, y de los que el cuerpo social no puede prescindir en absoluto. Pues si bien es cierto que a la sociedad le son necesarios los intelectuales para idear, no lo es menos que, para realizar, le son del todo imprescindibles los obreros. De lo contrario, ¿cómo podría disfrutar la colectividad del bienestar, si le faltasen manos para ejecutar lo que la cabeza ha pensado? Y los obreros son estas manos que, aun a través de servicios humildes, influyen grandemente en el desarrollo de la vida social. Indudablemente que José también dejaría sentir, en la vida de su pequeña ciudad, la benéfica influencia social de su trabajo.

Sólo Nazaret —la ciudad humilde y desacreditada, hasta el punto que la gente se preguntaba: « ¿De Nazaret puede salir alguna cosa buena?»— es la que podría explicarnos toda la trascendencia de la labor desarrollada por José en su pequeño taller de carpintero, mientras Jesús, a su lado, «crecía en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres».

En efecto, allí, en aquel pequeño poblado situado en las últimas estribaciones de los montes de Galilea, residió aquella familia excelsa, cuando pasado ya el peligro había podido volver de su destierro en Egipto. Y allí es donde José, viviendo en parte en un taller de carpintero y en parte en una casita semiexcavada en la ladera del monte, desarrolla su función de cabeza de familia. Como todo obrero, debe mantener a los suyos con el trabajo de sus manos: toda su fortuna está radicada en su brazo, y la reputación de que goza está integrada por su probidad ejemplar y por el prestigio alcanzado en el ejercicio de su oficio.

Es este oficio el que le hace ocupar un lugar imprescindible en el pueblo, y a través del mismo influye en la vida de aquella pequeña comunidad. Todos le conocen y a él deben acudir cuando necesitan que la madera sea transformada en objetos útiles para sus necesidades. Seguramente que su vida no sería fácil; las herramientas, con toda su tosquedad primitiva, exigirían de José una destreza capaz de superar todas las deficiencias de medios técnicos; sus manos encallecidas estarían acostumbradas al trabajo rudo y a los golpes, imposibles de evitar a veces. Habiendo de alternar constantemente con la gente por quien trabajaba, tendría un trato sencillo, asequible para todos. Su taller se nos antoja que debía de ser un punto de reunión para los hombres —al menos algunos— de Nazaret, que al terminar la jornada se encontrarían allí para charlar de sus cosas.

José, el varón justo, está totalmente compenetrado con sus conciudadanos. Éstos aprecian, en su justo valor, a aquel carpintero sencillo y eficiente. Aun después de muerto, cuando Jesús ya se ha lanzado a predicar la Buena Nueva, le recordarán con afecto: « ¿Acaso no es éste el hijo de José, el carpintero?», se preguntaban los que habían oído a Jesús, maravillados de su sabiduría. Y, efectivamente, era el mismo Jesús; pero José ya no estaba allí. Él ya había cumplido su misión, dando al mundo su testimonio de buen obrero. Por eso la Iglesia ha querido ofrecer a todos los obreros este espectáculo de santidad, proclamándole solemnemente Patrón de los mismos, para que en adelante el casto esposo de María, el trabajador humilde, silencioso y justo de Nazaret, sea para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios, y escudo para tutela y defensa en las penalidades y en los riesgos del trabajo.



El 15 de agosto de 1889, el Papa León XIII escribió una encíclica, "Quamquam Pluries", presentando a San José como modelo de la vida familiar y de la vida de trabajo, y patrono de la Iglesia universal. En tiempos de crisis social y decaimiento religioso, el Papa pidió a los fieles que invocaran a San José juntamente con la Virgen María. Dejó una oración al Santo que aun cien años después se sigue rezando después del rosario en muchos lugares.

Para conmemorar el centenario de esta encíclica, el Papa Juan Pablo II ha promulgado una nueva exhortación apostólica sobre San José. Su título es Redemptoris Custos (el Custodio del Redentor) y lleva la fecha precisa del 15 de agosto de 1989. Junto con su primera encíclica en 1979, Redentor Ominís (el Redentor del hombre), y la de 1987, Redemptoris Mater (la Madre del Redentor), este documento nos da una enseñanza autoritativa sobre los tres miembros de la Sagrada Familia y sus papeles en el misterio de la redención. Naturalmente Jesús es el único Salvador del mundo, pero Dios invita a María y a José a participar muy de cerca en este misterio. Veamos algo sobre los seis capítulos de la exhortación.


I. El marco evangélico

Durante el tiempo en que María y José están desposados y todavía no han empezado a convivir como esposos, llega el anuncio de la encarnaci6n virginal de Jesús. Mientras el Evangelio de Lucas nos relata la anunciaci6n a la Virgen María, el primer capítulo de Mateo nos presenta de forma parecida el anuncio a San José.

El mensajero se dirige a José como el "esposo de María", confiándo1e la tarea de imponer el nombre de "Jesús" al niño y de actuar como su padre terreno. Al despertar del sueño, José hizo lo que el ángel le mand6, tomando consigo a su mujer. En esto demuestra una disponibilidad de vo1untad semejante a la de María.


II. El depositario del misterio de Dios

Las palabras de Isabel a María: "Feliz la que ha creído" se pueden aplicar en cierto sentido también a José. Lo que hizo en responder afirmativamente a la Palabra de Dios, le uni6 en modo particularísimo a la fe de María. José es el primero en participar de la fe de la madre de Dios y también en sostener a su esposa en esa fe. Junto con ella el es el primer depositario del misterio escondido desde los siglos en Dios. Por eso el Papa Juan XXIII estableci6 que en la primera oraci6n eucarística de la Misa, memorial perpetuo de la redenci6n, se incluyera su nombre junto al de María, y antes del de los apósto1es, papas y mártires.

Mientras afirman claramente la virginidad del matrimonio de José y María, no por eso dudan en llamarlos esposos. Aunque único, este matrimonio es completamente auténtico, y de este hecho resulta que José es verdaderamente padre de Jesús, como lo llama el Evangelio y la misma virgen María. Jesús no nace de la semilla de José, y sin embargo su genealogía se anuncia por la línea de José, el esposo de María. José ejerce su autoridad paterna desde el principio dándole el nombre de Jesús al hijo de María. Los primeros misterios de la salvación se confían a la fiel custodia de José, quien sirve directamente a la persona y a la misión de Jesús, mostrándole todo el amor y afecto que el corazón de un padre pueda conocer. Esta Sagrada Familia es modelo y ejemplo para toda familia cristiana en su misión de custodiar, revelar y comunicar el amor de Cristo. De esta familia en que vive el Hijo de Dios, toda familia aprende su vocación de ser una pequeña iglesia.

Dirigiéndose a Belén para el censo, José inscribe al salvador del mundo en el registro con el nombre de "Jesús, hijo de José de Nazaret." En la noche de Belén José tiene el privilegio de ver con sus ojos el nacimiento del Hijo de Dios, y después también es testigo con María de la adoración de los pastores y luego de los magos. José ejercita el derecho y deber religioso del padre al circuncidar al niño, quien cumple plenamente la antigua alianza con Abraham, de la cual la circuncisión era signo. AI imponer el nombre de Jesús en esta ceremonia, José declara su paternidad legal y a la vez proclama la misión salvadora de su hijo. Cumple con otro deber del padre al presentarlo en el templo, obedeciendo la ley del rescate del primogénito, aunque Jesús es el autor mismo del rescate.

Para proteger al niño de Herodes, quien lo quiere matar, José toma su familia y huye a Egipto. Al regresar a Nazaret después de la muerte de Herodes, José coopera en el misterio de la Nueva Alianza de modo que se recuerda la Antigua, cuando Israel fue liberado de la esclavitud en Egipto.

Sigue un largo plazo de vida escondida en el hogar de Nazaret. José tiene la alta misión de alimentar, vestir e instruir a Jesús, quien crece en sabiduría, edad y gracia bajo su cuidado. Durante este tiempo Jesús sencillamente vive sujeto a José y María, santificando la vida de familia y la vida de trabajo. Un solo episodio se conserva de este período. Cuando Jesús tenía doce años, van a celebrar la Pascua de Jerusalén. AI perderlo y encontrarlo después de tres días, María le hace saber cómo ella y su padre habían estado preocupados. Jesús responde preguntando: "¿No sabían que yo debía ocuparme en las cosas de mi Padre?” Esta respuesta reafirma lo que José había sabido doce años antes: al actuar como padre humano de Jesús, era depositario del misterio del Hijo del Padre eterno.

III. El Varón Justo -el esposo

Desde el momento en que José recibió su misión de tomar por esposa a la Madre de Dios, hizo lo que el ángel le mandó. Este fue el comienzo de una larga vida de permanecer fiel a la llamada de Dios hasta el final. Aunque el evangelio no cita sus palabras, su propio silencio habla con elocuencia la verdad que hay en llamarle el justo. Tiene todas las características humanas necesarias para ser buen esposo de María.

Antes del anuncio del ángel ya habían realizado la primera de las dos etapas del matrimonio hebreo, la ceremonia legal. Ya eran esposos, pero estaban en el período de preparar la segunda etapa de empezar a convivir en la misma casa, cuando intervino la anunciación que también llamaba a María a permanecer virgen. Sigue el mensaje dirigido a José como esposo de la Virgen. El hombre justo recibe su propia vocación de seguir con su compromiso de amarla como esposa pero de forma virginal.

Cuando José aceptó la invitación del ángel, su amor de hombre justo fue regenerado por el Espíritu Santo. El amor de Dios obraba en la íntima comunión espiritual de alianza entre estos esposos. Mediante el sacrificio total de sí mismo, José junto con María simboliza el misterio de la Iglesia, virgen y esposa. Por el lazo conyugal José se acerca más que ningún otro a la sublime dignidad sin par de la Virgen. El vínculo de caridad que constituyó la vida de la Sagrada Familia la hace digna de profunda veneración.


IV. El trabajo - expresión del amor

El título de "carpintero" abarca toda la vida de José. El trabajo es un modo diario en que expresa su amor a la Familia de Nazaret. Jesús da ejemplo de obediencia participando en el trabajo de José y llegando a ser conocido como el "hijo del carpintero." El l ro de mayo se celebra la fiesta de San José Obrero. Jesús ha redimido el trabajo. La laboriosidad es una virtud por la cual el ser humano puede participar en la obra de Dios, Creador y Redentor, puede hacerse en cierto sentido más humano, y puede profundizar en la amistad con Cristo. San José nos enseña a santificar la vida diaria, elevando a Cristo las obras comunes, humildes y sencillas.

V. El primado de la vida Interior

También el trabajo de José está envuelto en el mismo clima de silencio que indica una profunda vida interior. José vivía en contacto diario con el misterio, y la gran contemplativa, Santa Teresa de Jesús, promovió la devoción a él corno modelo de contemplación. Su insondable vida interior era el fundamento de su sacrificio total de sí en sumisión a Dios y disponibilidad para su servicio. Al vivir en comunión con Jesús, María y José fueron los primeros beneficiados por el amor salvífico que todas sus acciones irradiaban. San José unió perfectamente la contemplación y la acción, el amor directo a Cristo, la verdad y el amor expresado en servicio activo al niño.


VI. Patrono de la Iglesia de nuestro tiempo

En tiempos difíciles para la Iglesia, el Papa Pío IX en 1870 la puso bajo la especial protección de San José, declarándolo "Patrono de la Iglesia Católica." En 1889 el Papa León XIII explicó que de igual modo que fue custodio, cabeza y defensor de la Familia de Nazaret, ahora es digno de proteger y defender a la Iglesia de Cristo. Las palabras de la oración de León hace cien años son aptas hoy: "Aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios... Asístenos propicio desde el cielo en esta lucha contra el poder de las tinieblas...; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad."

En su empeño para evangelizar el mundo y reevangelizar a los países donde la vida cristiana florecía pero ahora es puesta a prueba, la Iglesia necesita un especial poder de lo alto. Ocupa la segura intercesión y ejemplo de San José. Es modelo de todo cristiano en su disponibilidad absoluta al servicio de Dios, su obediencia y fidelidad. Es patronos de esposos, padres de familia, trabajadores, contemplativos y apóstoles, de toda la Iglesia universal. Aprendamos de él la oración y el servicio a la misión salvífica de Cristo. José nos indica el camino de la Alianza a las puertas del tercer milenio.


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