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domingo, 31 de julio de 2011

SAN IGNACIO DE LOYOLA



Fiesta de San Ignacio de Loyola
Ad maiorem Dei gloriam «A la mayor gloria de Dios»

La conversión de San Ignacio fue en 1521 a los 30 años, en su lecho de convaleciente. En el sitio de Pamplona por el ejército francés, una bala de cañón le destrozó la pierna derecha, y apenas cayó él, el puñado de españoles que defendía la fortaleza se rindió.

En su larga convalecencia Iñigo leyó vidas de Santos; había pedido le trajeran novelas de caballería y le trajeron la «Vida de Cristo» y el «Flos Santorum», (Vidas de los Santos). Leyéndolas, su ánimo ardiente y ambicioso decía: «¿Esto hizo San Francisco? Pues yo también lo puedo hacer. ¿Esto hizo Santo Domingo? Pues yo también lo tengo de hacer».

Después de una larga lucha de sentimientos «discernimiento de espíritu» se decidió a dejar la caballería terrena y seguir a Jesucristo, visto por él como un Jefe temporal.

Iñigo de Loyola comenzó este aprendizaje cuando vio truncado el sueño de su carrera militar… ¡Soñó con ganar batallas, y de repente se vio humillado y rengo para el resto de su vida! ¡Soñó con la conquista de damas hermosas, pero la Virgen María sanó su impureza,

Maria viene a él, en medio de su desesperación

Una noche, se le apareció la Madre de Dios, rodeada de luz y llevando en los brazos a Su Hijo. La visión consoló profundamente a Ignacio.  



Soñó con los aplausos de este mundo y con los honores caballerescos, pero el Señor le mostró otro camino: el de la pobreza y la humillación; de forma que en Manresa decidió cambiar sus vestimentas de caballero, por las ropas andrajosas de un mendigo.


Como luego dirían sus Ejercicios, “Vencerse a sí mismo y ordenar su vida”, hay que llegar hasta el fondo de nuestras miserias, soltar amarras, y abandonarse en Cristo, por más difícil que parezca. Y que mejor modelo para nuestras vidas, que el momento de la conversión de Ignacio como punto de partida para nuestro camino en este mundo.

El dejó su espada al pie del Santuario de Nuestra Señora de Montserrat; y se fue, hecho un mendigo rengo y penitente a la vecina ciudad de Manresa. Allí buscó una cueva a la orilla del Río Cardoner y comenzó la más extraordinaria tanda de penitencias, privaciones y oraciones.



A partir de ese momento comenzará a formular su experiencia espiritual con lo que da comienzo a lo que más adelante serán los Ejercicios Espirituales.

A lo largo de los siguientes años Ignacio vivirá dos procesamientos y será encarcelado. Al salir de la prisión viaja a Salamanca. Nuevamente tendrá procesos inquisitoriales, se le prohibe predicar y enseñar materias teológicas por no haber hecho suficientes estudios. Ignacio decide marchar de Salamanca, pasa por Barcelona y se encamina a París.

La gesta de la Compañia

Decidido a estudiar para cumplir mejor su propósito, se incorpora al Colegio de Santa Bárbara —dependiente de la Universidad de París— y comparte cuarto con Pedro Fabro y Francisco Javier. Los tres se convirtieron en amigos. Ignacio realizó entre sus condiscípulos una discreta actividad espiritual, sobre todo dando Ejercicios espirituales, un método ascético desarrollado por él mismo. En 1533 llegaron a París Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla y Simón Rodrigues, que se unieron al grupo de Ignacio.

El 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción de la Virgen, los siete se dirigieron a la capilla de los Mártires, en la colina de Montmartre, donde pronunciaron tres votos: pobreza, castidad y peregrinar a Jersusalén. Así nació la Compañía de Jesús como un grupo de amigos con un ideal religioso común.

En el año 1538 San Ignacio celebra su primera misa en la iglesia de ¨Santa María la Maggiore¨. Proponía a los pecadores esta oración, que él solía repetir:
"Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Vos me lo disteis; a vos Señor, lo torno. Disponed a toda vuestra voluntad y dadme amor y gracia, que esto me basta, sin que os pida otra cosa".

Sus rasgos y virtudes

Se hizo todo a todos para ganarlos a todos y al prójimo le dio por su lado a fin de atraerlo al suyo. Recibía con extraordinaria bondad a los pecadores sinceramente arrepentidos; con frecuencia se imponía una parte de la penitencia que hubiese debido darles y los exhortaba a ofrecerse en perfecto holocausto a Dios, diciéndoles que es imposible imaginar los tesoros de gracia que Dios reserva a quienes se le entregan de todo corazón.

Cristo a su encuentro

Durante el viaje a Roma, mientras oraba en la capilla de "La Storta", el Señor se apareció a Ignacio, rodeado por un halo de luz inefable, pero cargado con una pesada cruz. Cristo le dijo: "Ego vobis Romae propitius ero" (Os seré propicio en Roma).


El 27 de septiembre de 1540, el Papa Paulo III les reconoció como una nueva Orden religiosa y firmó la bula de confirmación, Regimini militantis ecclesiae.



Pablo VI luego describiría a los jesuitas de la siguiente manera en 1975: "Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles o de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías y en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y mensaje cristiano allí han estado y están los jesuitas".

La Compañía de Jesús, nuevo vigor

Ignacio pasó el resto de su vida en Roma, consagrado a la colosal tarea de dirigir la orden que había fundado. Entre otras cosas, fundó una casa para alojar a los neófitos judíos durante el período de la catequesis y otra casa para mujeres arrepentidas.

En vida del santo se fundaron universidades, seminarios y colegios en diversas naciones. Puede decirse que San Ignacio echó los fundamentos de la obra educativa que había de distinguir a la Compañía de Jesús y que tanto iba a desarrollarse con el tiempo.

La actividad de la Compañía de Jesús en Inglaterra es un buen ejemplo del importantísimo papel que desempeñó en la contrarreforma. Ese movimiento tenía el doble fin de dar nuevo vigor a la vida de la Iglesia y de oponerse al protestantismo.

"La Compañía de Jesús era exactamente lo que se necesitaba en el siglo XVI para contrarrestar la Reforma. La revolución y el desorden eran las características de la Reforma. La Compañía de Jesús tenía por características la obediencia y la más sólida cohesión. Se puede afirmar, sin pecar contra la verdad histórica, que los jesuitas atacaron, rechazaron y derrotaron la revolución de Lutero y, con su predicación y dirección espiritual, reconquistaron a las almas, porque predicaban sólo a Cristo y a Cristo crucificado. Tal era el mensaje de la Compañía de Jesús, y con él, mereció y obtuvo la confianza y la obediencia de las almas" (Cardenal Henry Edward Manning).



La prudencia y caridad del gobierno de San Ignacio le ganó el corazón de sus súbditos. Era con ellos afectuoso como un padre, especialmente con los enfermos, a los que se encargaba de asistir personalmente procurándoles el mayor bienestar material y espiritual posible. Aunque San Ignacio era superior, sabía escuchar con mansedumbre a sus subordinados, sin perder por ello nada de su autoridad. En las cosas en que no veía claro se atenía humildemente al juicio de otros.

La humildad

Era gran enemigo del empleo de los superlativos y de las afirmaciones demasiado categóricas en la conversación. Sabía sobrellevar con alegría las críticas, pero también sabía reprender a sus súbditos cuando veía que lo necesitaban. En particular, reprendía a aquéllos a quienes el estudio volvía orgullosos o tibios en el servicio de Dios, pero fomentaba, por otra parte, el estudio y deseaba que los profesores, predicadores y misioneros, fuesen hombres de gran ciencia.

La corona de las virtudes de San Ignacio era su gran amor a Dios. Con frecuencia repetía estas palabras, que son el lema de su orden: "A la mayor gloria de Dios". A ese fin refería el santo todas sus acciones y toda la actividad de la Compañía de Jesús.

También decía frecuentemente: "Señor, ¿qué puedo desear fuera de Ti?" Quien ama verdaderamente no está nunca ocioso. San Ignacio ponía su felicidad en trabajar por Dios y sufrir por su causa.

Tal vez se ha exagerado algunas veces el "espíritu militar" de Ignacio y de la Compañía de Jesús y se ha olvidado la simpatía y el don de amistad del santo por admirar su energía y espíritu de empresa.

Durante los quince años que duró el gobierno de San Ignacio, la orden aumentó de diez a mil miembros y se extendió en nueve países europeos, en la India y el Brasil. Como en esos quince años el santo había estado enfermo quince veces, nadie se alarmó cuando enfermó una vez más. Murió súbitamente el 31 de julio de 1556, sin haber tenido siquiera tiempo de recibir los últimos sacramentos.

Fue canonizado en 1622, y Pío XI le proclamó patrono de los ejercicios espirituales y retiros.

Santos Jesuitas

San Alonso Rodriguez -Viudo, religioso, portero.
San Claudio de la Colombiere -Apóstol del Sagrado Corazón.
San Edmundo Campion -Mártir inglés
San Estanislao Kostka -Patrono de novicios, polaco.
San Francisco de Borja -Virrey de Cataluña, España, Tercer General de los jesuitas.
San Francisco Javier -Patrón de los misioneros. Misionero a la India y Japón. Muere ante las costas de China.
San Isaac Yogues y compañeros -Mártires de Norte América.
San Juan de Brito -y compañeros mártires en la China.
San Luis Gonzaga -Patrón de la juventud cristiana.
Beato Miguel Pro -Mártir mexicano
San Pablo Miki y compañeros -Mártires japoneses.
San Pedro Canisio -Doctor de la Iglesia, segundo evangelizador de Alemania.
San Pedro Claver -Misionero con los esclavos de Colombia.
San Roberto Belarmino -Doctor de la Iglesia, defensor de la doctrina durante y después de la Reforma.
San Roque Gonzales de Santa Cruz -Mártir paraguayo.
San Alberto Hurtado-Sacerdote Chileno. Fundador de Los Hogares de Cristo. Patrono de los trabajadores.

La espiritualidad Ignaciana

Buscar y hallar la voluntad de Dios sobre mi vida, lo que Dios quiere de mi

Encontrar esa voluntad en mi deseo mas profundo y decidir en consecuencia

Ensanchar el corazón hacia las dimensiones del universo

Conocer mi realidad lo mejor posible, examinándome periódicamente, tanto en lo positivo para dar gracias o en lo negativo para superarlo con la ayuda de Dios

Discernir a la luz de la oración como puedo mejorar mi realidad para hacerla mas acorde con el Evangelio de Jesucristo

Encontrar a Dios en todo lo creado, siendo contemplativo en la accion, y unido a El en todas mis acciones



Dijo El Beato Juan Pablo II:
"Ignacio supo obedecer cuando, en pleno restablecimiento de sus heridas, la voz de Dios resonó con fuerza en su corazón. Fue sensible a la inspiración del Espíritu Santo..."



Algunas reflexiones del Diario Espiritual de San Ignacio

- Dios me ama más que yo a mí mismo
- Siguiéndote, Jesús, no me puedo perder
- Dios proveerá lo que le parezca mejor
- Señor, soy un niño ¿A dónde me llevas?
- Jesús, por nada del mundo te dejaría
- ¿Qué quieres, Señor, de mí?
- Señor, sostenme con tu gracia
- No merezco, Señor, cuanto recibo
- Dame, Señor, tu amor y gracia, éstas me bastan
- Jesús, sé mi guía, condúceme

San Ignacio en nuestro tiempo

Hay muchos lugares desde donde San Ignacio nos habla hoy.

Desde su formación marcial, desde la convalecencia de su cama, en su conversión, en la visita que Maria le hace, desde su abandono, en su encuentro con Cristo y desde La Compañía.

De cada uno de ellos podemos rescatar valores, y guías para nuestro camino en esta tierra, para combatir la tibieza, reforzar nuestra fe y nuestro compromiso con el projimo.

Un soldado de Cristo con la armadura del Espiritu Santo, el escudo de su abandono, y las armas de sus Ejercicios Espirituales. Una fe inquebrantable frente a las peores calamidades, y un alma sin dobleces frente a los avatares que la vida nos pone delante cotidianamente.

Un alma elegida para recibir la visita de Nuestra Madre y para que Cristo le hable cara a cara, iluminando su tiempo.

Un corazón resistente al dolor y el fracaso, que se agranda y se ensancha a medida que su obra crece, sin miedo a la entrega total, cueste lo que cueste.

La vida de Ignacio es una luz a la cual no podemos dejar de mirar, por que cada faceta que encontremos repasando las lineas de los ejercicios, o de su diario, puede ser el punto de partida de nuestra salvación.

Son tiempos distintos, si. Pero su mensaje es perenne y atemporal. Podemos tomar las actitudes de su vida, y traerlas a nuestra vida ordinaria, y serán modelo a seguir. Sacerdotes, religiosas, consagradas y consagrados, laicos, catecúmenos, todos podemos tomar algún episodio de la vida de San Ignacio y puede darnos la solución a cualquier problema que se nos presente.

Su vida debe ser nuestra llama permanente de conversión y de reconversión diaria, si Ignacio pensaba “Siguiéndote, Jesús, no me puedo perder”, seguirlo a Ignacio, caminar sus huellas es una opción irrenunciable.

Por que de esa manera intercede por nosotros, cuando repasamos su vida, encontraremos alguna similitud con alguna de nuestras domesticas tribulaciones, y serán un espejo para encontrar un consejo y una palabra de aliento del Santo.

El hombre aguerrido, marcial, hecho cordero obediente, abandonado en los brazos de Cristo, con rasgos misericordiosos, es inspiración y fuente de santidad para todos los que quedamos todavía sobre la faz de la tierra.


Anima Christi, sanctifica me.
Corpus Christi, salve me.
Sanguis Christi, inebria me.
Aqua lateris Christi, lava me.
Passio Christi, conforta me.
O bone Iesu, exaudi me.
Intra tua vulnera absconde me.
Ne permittas me separari a te.
Ab hoste maligno defende me.
In hora mortis meae voca me.
Et iube me venire ad te,
ut cum Sanctis tuis laudem te
in saecula saeculorum.
Amen
ADSUM!
ADSUMUS!


Fuenteshttp://www.corazones.orghttp://es.wikipedia.org/http://www.santos-catolicos.comhttp://www.aciprensa.comHomilía P. Leonardo Castellani. Fiesta de San Ignacio de Loyola (31 de julio de 1966)Homilía Mons. Ignacio Munilla en la Fiesta de San Ignacio de Loyola 31 de Julio de 2009Adaptado edición en español de R.P. Wilfredo Guinea. La Vida de los Santos de Butler, vol. 3. (Chicago USA: Rand McNally, 1965) Ejercicios Espirituales. Editorial Claretiana

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