Van estas líneas de saludo y también para excusarme por no poder
asistir debido a “compromisos asumidos hace poco” (¿Suena bien?) Estoy
espiritualmente junto a Ustedes y pido al Señor que los acompañe mucho
en estos días.
Les expreso un deseo: Me gustaría que los trabajos de la Asamblea
tengan como marco referencial al Documento de Aparecida y “Navega mar adentro”. Allí están las orientaciones que necesitamos para este momento
de la historia. Sobre todo les pido que tengan una especial
preocupación por crecer en la misión continental en sus dos aspectos:
misión programática y misión paradigmática. Que toda la pastoral sea en
clave misionera. Debemos salir de nosotros mismos hacia todas las
periferias existenciales y crecer en parresía.
Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la
atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia
que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle:
tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente
que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma.
La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial;
mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer
del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la
mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide
experimentar “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.
Les deseo a todos Ustedes esta alegría, que tantas veces va unida a la
Cruz, pero que nos salva del resentimiento, de la tristeza y de la
soltenoría clerical. Esta alegría nos ayuda a ser cada día más fecundos,
gastándonos y deshilachándonos en el servicio al santo pueblo fiel de
Dios; esta alegría crecerá más y más en la medida en que tomemos en
serio la conversión pastoral que nos pide la Iglesia.
Gracias por todo lo que hacen y por todo lo que van a hacer. Que el
Señor nos libre de maquillar nuestro episcopado con los oropeles de la
mundanidad, del dinero y del “clericalismo de mercado”. La Virgen nos
enseñará el camino de la humildad y ese trabajo silencioso y valiente
que lleva adelante el celo apostólico.
Les pido, por favor, que recen por mí, para que no me la crea y sepa
escuchar lo que Dios quiere y no lo que yo quiero. Rezo por Ustedes.
Un abrazo de hermano y un especial saludo al pueblo fiel de Dios que
tienen a su cuidado. Les deseo un santo y feliz tiempo pascual.
Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Fraternalmente,
Vaticano, 25 de marzo de 2013
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