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domingo, 12 de junio de 2011

Domingo de Pentecostés 2011 Homilia se Benedicto XVI

Hechos de los apóstoles 2, 1-11; Corintios 12, 3b-7. 12-13; Juan 20, 19-23

EL MAGISTERIO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
HOMILÍA DEL PAPA EN LA MISA DE PENTECOSTÉS

Celebración en la Basílica de San Pedro

"Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos hoy la gran solemnidad de Pentecostés. Si, en un cierto sentido, todas las solemnidades litúrgicas de la Iglesia son grandes, esta de Pentecostés lo es de una forma singular, porque marca, llegado al quincuagésimo día, el cumplimiento del acontecimiento de la Pascua, de la muerte y resurrección del Señor Jesús a través del don del Espíritu del Resucitado.
La Iglesia nos ha preparado en los días pasados para Pentecostés con su oración, con la invocación repetida e intensa a Dios para obtener una renovada efusión del Espíritu Santo sobre nosotros.
La Iglesia ha revivido así lo que sucedió en sus orígenes, cuando los Apóstoles, reunidos en el Cenáculo de Jerusalén, "íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos" (Hch 1,14).
Estaban reunidos en humilde y confiada espera de que se cumpliese la promesa del Padre comunicada a ellos por Jesús: "Seréis bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días... recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros". (Hch 1,5.8).
En la liturgia de Pentecostés, en la narración de los Hechos de los Apóstoles sobre el nacimiento de la Iglesia (cfr Hch 2,1-11), corresponde el salmo 103 que hemos escuchado: una alabanza de toda la creación, que exalta al Espíritu Creador que hizo todo con sabiduría:
"¡Qué variadas son tus obras, Señor!
¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! …
¡Gloria al Señor para siempre,
alégrese el Señor por sus obras!" (Sal 103,24.31).
Lo que quiere decirnos la Iglesia es esto: el Espíritu creador de todas las cosas, y el Espíritu Santo que Cristo hizo descender desde el Padre sobre la comunidad de los discípulos, son uno y el mismo: creación y redención se pertenecen mutuamente y constituyen, en el fondo, un único misterio de amor y de salvación.
El Espíritu Santo es ante todo Espíritu Creador y por tanto Pentecostés es la fiesta de la creación.
Para nosotros los cristianos, el mundo es fruto de un acto de amor de Dios, que hizo todas las cosas y del que Él se alegra por que es "algo bueno", "algo muy bueno", como nos recuerda el relato de la Creación (cfr Gen 1,1-31).
Por ello Dios no es el absolutamente Otro, innombrable y oscuro.
Dios se revela y tiene un rostro.
Dios es razón, Dios es voluntad, Dios es amor, Dios es belleza.
La fe en el Espíritu Creador y la fe en el Espíritu que Cristo Resucitado dio a los Apóstoles y nos da a cada uno de nosotros, están entonces inseparablemente unidas.
La segunda Lectura y el Evangelio de hoy nos muestran esta conexión.
El Espíritu Santo es Aquel que nos hace reconocer en Cristo al Señor, y nos hace pronunciar la profesión de fe de la Iglesia: "Jesús es el Señor" (cfr 1 Cor 12,3b).
Señor es el título atribuido a Dios en el Antiguo Testamento, título que en la lectura bíblica tomaba el lugar de su nombre impronunciable.
El Credo de la Iglesia no es otra cosa que el desarrollo de lo que se dice con esta simple afirmación: "Jesús es Señor". De esta profesión de fe, san Pablo nos dice que se trata precisamente de la palabra y de la obra del Espíritu Santo.
Si queremos estar en el Espíritu, debemos adherirnos a este Credo. Haciéndolo nuestro, aceptándolo como nuestra palabra, accedemos a la obra del Espíritu Santo.
La expresión "Jesús es Señor" se puede leer en los dos sentidos:
Jesús es Dios, y, al mismo tiempo, Dios es Jesús.
El Espíritu Santo ilumina esta reciprocidad: Jesús tiene dignidad divina, y Dios tiene el rostro humano de Jesús.
Dios se muestra en Jesús, y con ello nos da la verdad de nosotros mismos. Dejarse iluminar profundamente por esta palabra es el acontecimiento de Pentecostés: del desorden de Babel, de esas voces que resuenan una contra otra, tiene lugar una transformación radical: la multiplicidad se hace unidad multiforme, del poder unificador de la Verdad crece la comprensión.
En el Credo que nos une desde todos los extremos de la tierra, que, mediante el Espíritu Santo, hace de forma que nos comprendamos aún en la diversidad de las lenguas, a través de la fe, la esperanza y el amor, se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios.
El pasaje evangélico nos ofrece después una imagen maravillosa para aclarar la conexión entre Jesús, el Espíritu Santo y el Padre: el Espíritu Santo es representado como el soplo de Jesús resucitado (cfr Jn 20,22).
El evangelista Juan retoma aquí una imagen del relato de la creación, allí donde se dice que Dios sopló en la nariz del hombre un aliento de vida (cfr Gen 2,7).
El soplo de Dios es vida.
Ahora, el Señor sopla en nuestra alma un nuevo aliento de vida, el Espíritu Santo, su más íntima esencia, y de este modo nos acoge en la familia de Dios.
Con el Bautismo y la Confirmación se nos hace este don de modo específico, y con los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia se repite continuamente: el Señor sopla en nuestra alma un aliento de vida.
Todos los Sacramentos, cada uno a su propia manera, comunican al hombre la vida divina, gracias al Espíritu Santo que opera en ellos.
En la liturgia de hoy captamos aún una conexión ulterior.
El Espíritu Santo es Creador, es la mismo tiempo Espíritu de Jesucristo, pero de modo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo y único Dios.
Y a la luz de la primera Lectura podemos añadir. El Espíritu Santo anima a la Iglesia. Ésta no procede de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre y de su capacidad organizativa, ya que si fuese así ya se habría extinguido desde hacía tiempo, como sucede con todo lo humano, Esta en cambio es el Cuerpo de Cristo, animado por el Espíritu Santo.
Las imágenes del viento y del fuego, usadas por san Lucas para representar la venida del Espíritu Santo (cfr Hch 2,2-3), recuerdan el Sinaí, donde Dios se había revelado al pueblo de Israel y le había concedido su alianza; "la montaña del Sinaí estaba cubierta de humo - se lee en el libro del Éxodo -, porque el Señor había bajado a ella en el fuego" (19,18).
De hecho Israel festejó el quincuagésimo día después de la Pascua, después de la conmemoración de la fuga de Egipto, como la fiesta del Sinaí, la fiesta del Pacto.
Cuando san Lucas habla de lenguas de fuego para representar al Espíritu Santo, se recuerda ese antiguo Pacto, establecido sobre la base de la Ley recibida por Israel en el Sinaí.
Así el acontecimiento de Pentecostés es representado como un nuevo Sinaí, como el don de un nuevo Pacto en el que la alianza con Israel se extiende a todos los pueblos de la tierra, en el que caen todos los muros de la vieja Ley y aparece su corazón más santo e inmutable, es decir, el amor, que el Espíritu Santo comunica y difunde, el amor que lo abraza todo.
Al mismo tiempo la Ley se dilata, se abre, aún haciéndose más sencilla: es el nuevo Pacto, que el Espíritu "escribe" en los corazones de cuantos creen en Cristo.
La extensión del Pacto a todos los pueblos de la tierra la representa san Lucas a través de un conjunto de poblaciones considerable para aquella época: (Hch 2,9-11).
Con esto se nos dice una cosa muy importante: que la Iglesia es católica desde el primer momento, que su universalidad no es fruto de la inclusión sucesiva de comunidades diversas.
Desde el primer instante, de hecho, el Espíritu Santo la creó como Iglesia de todos los pueblos; ésta abraza al mundo entero, supera todas las fronteras de raza, clase, nación; abate todas las barreras y une a los hombres en la profesión del Dios uno y trino. Desde el principio la Iglesia es una, católica y apostólica: esta es su verdadera naturaleza y como tal debe ser reconocida. Es santa no gracias a la capacidad de sus miembros, sino porque Dios mismo, con su Espíritu, la crea, la purifica y la santifica siempre.
Finalmente, el Evangelio de hoy nos entrega esta bellísima expresión: "Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor" (Jn 20,20). Estas palabras son profundamente humanas.
El Amigo perdido está presente de nuevo, y quien antes estaba turbado se alegra. Pero dicen mucho más. Porque el Amigo perdido no viene de un lugar cualquiera, sino de la noche de la muerte; ¡y la ha atravesado!
No es uno cualquiera, sino que es el Amigo y al mismo tiempo Aquel que es la Verdad y que hace vivir a los hombres; y lo que da no es una alegría cualquiera, sino la propia alegría, don del Espíritu Santo.
Sí, es hermoso vivir porque soy amado, y es la Verdad la que me ama.
Se alegraron los discípulos, viendo al Señor.
Hoy, en Pentecostés, esta expresión está destinada también a nosotros, porque en la fe podemos verle; en la fe Él viene entre nosotros, y también a nosotros nos enseña las manos y el costado, y nosotros nos alegramos. Por ello queremos rezar:
¡Señor, muéstrate!
Haznos el don de tu presencia y tendremos el don más bello, tu alegría. Amén"


(Traducción del original italiano por Inma Álvarez)
©Libreria Editrice Vaticana]
http://www.zenit.org/article-39576?l=spanish




"Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Recibid el Espíritu Santo"

Padre Carlos Padilla Esteban





"Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; un mismo Dios que obra todo en todos"

En la vida podemos tener una actitud positiva o negativa, podemos ser pesimistas o bien optimistas, podemos ser constructivos o mirar la vida sin ilusión.
Leía el otro día: "Si creemos habitualmente, como lo hace el pesimista, que nosotros tenemos la culpa de nuestras desdichas, que la mala suerte será perdurable y echará a perder cuanto se nos ocurra hacer, entonces, lo más probable es que ese modo de pensar atraerá la desdicha sobre nosotros, exactamente al contrario de lo que pasaría si pensáramos de otra forma"1.
Lo importante es no dejar de luchar nunca.
No perder nunca la fe y creer siempre en la victoria final.
El tenis ilustra muy bien esta doble actitud.

El otro día, en el partido de la final de un torneo, Nadal fue capaz de mirar con optimismo el partido cuando todo parecía complicarse. No dejó nunca de creer en sí mismo y al final ganó, porque no dejó de soñar.

"    Cuando dejamos de creer en nuestras posibilidades dejamos de avanzar. Podemos ganar o perder pero nunca dejar de luchar.
"    Ahí está la gran diferencia a la hora de enfrentar los desafíos de la vida.
"    Cuando todo se pone difícil podemos caer en el pesimismo y dejar de creer en nuestras posibilidades o podemos seguir luchando con la certeza de que la victoria final es posible. Si hacemos esto último todo cambia.
"    Cuando creemos que vamos a perder es natural que acabemos perdiendo, porque ya no luchamos.
"    Cuando no creemos en el éxito final nos desanimamos.
"    En la lucha contra la enfermedad o en esta época de crisis que vivimos, es fundamental ser optimistas.

Decía Nadal: "Sólo puedo darle gracias a la vida por lo que me está pasando".
"    Si miramos el futuro con optimismo somos capaces de agradecer a Dios por todo, porque vemos lo bueno.
"    Ese espíritu se mantiene en la oscuridad si nos dejamos tocar por la gracia de Dios, por la presencia del Espíritu que nos asegura cada día: "Yo estaré contigo todos los días hasta el fin del mundo".

"    Le damos entonces gracias a Dios porque no nos deja, porque nos da la fuerza para luchar y enfrentar cada día.
"    El Espíritu Santo que hoy recibimos nos hace hombres nuevos.
"    Es el Espíritu llamado a sanar nuestros corazones y a darnos nueva vida:

"Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos".
Es el Espíritu que nos capacita en nuestra pobreza y nos da la luz que ilumina nuestras vidas.
Muchas veces caminamos en penumbras y no logramos ver la luz, nos apegamos a nuestro barro y no somos ciudadanos del cielo.
El otro día pude bajar por el pozo de refrigeración del Ave hasta el túnel que une Atocha con Chamartín y que todavía está en obras.

En medio del túnel se veía la oscuridad y algo de luz para seguir el camino.
Cuando no logramos ver en la oscuridad sólo nos queda confiar.
Pensaba en la propia vida. Caminamos muchas veces sin saber bien si lo hacemos en la dirección correcta y dudamos.
La mezcla de luz y oscuridad nos confunde.

Una persona me decía: "Es el túnel que hoy miro, por un lado veo al fondo la grandiosidad de una luz infinita que lo puede todo y por otro lado veo una angustia inmensa de lo pequeña que soy en la profundidad de ese túnel tan estrecho".
En el túnel nos sentimos muy pequeños.
La estrechez nos produce angustia y puede llegar a quitarnos el aire que respiramos.
La distancia hasta la salida nos asusta, nos sentimos incapaces de llegar.
Las paredes parecen aturdirnos con su peso.
No sabemos si estamos avanzando o retrocediendo.
El túnel conduce hasta la luz.
La luz es la esperanza que nos mueve.
La oscuridad nos da miedo.
Tememos que siempre haya oscuridad y sombras.
La luz calma la ansiedad del alma que teme la muerte.
Queremos luz, necesitamos el Espíritu, el aire fresco fuera del túnel y la confianza de saber que caminamos con sentido.
El túnel nos recuerda nuestros miedos y nos quiere convencer de nuestra incapacidad.

"    La luz nos recuerda que estamos llamados a la plenitud, que en nuestro corazón hay una semilla de eternidad y somos hijos de la luz, del día y de la paz.
"    Hoy pedimos luz.

Hoy abrimos el corazón al cielo para pedir que venga sobre nosotros el Espíritu de Dios y cambie nuestra vida:
"Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor.
Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor".
Sal 103, lab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34.
"    Necesitamos esa vida que viene de lo alto y que nos hace confiar y creer en que seremos capaces de cambiar el mundo en nuestra debilidad.

"    Pedimos a Dios una fuerza que nos enseñe a confiar de verdad, a creer en la oscuridad, a soñar en las sombras del desánimo.
Una persona le decía a otra: "Pides confianza con la boca, pero sólo pides que te caiga del cielo un GPS, que te  proporcione certeza. Y la certeza se relaciona con la razón. Pero las cosas más importantes de la vida se relacionan con el corazón y la confianza pertenece al corazón. Dios no pertenece a la razón".
"    No queremos pedir certezas que tranquilicen nuestra inquietud, preferimos caminar con la incertidumbre de la fe, sabiendo que sólo un día entenderemos muchas cosas.

"    Estamos dispuestos a vivir con una esperanza nueva fortalecida por el Espíritu Santo que nos transforma, que nos hace nuevos.
"    El Espíritu Santo nos regala un optimismo que no es humano.
"    Nos hace ver en mitad de la noche y nos permite no detenernos en la oscuridad.
"    Nos hace interpretar los signos que nos entristecen y nos da una alegría nueva que no es nuestra.
"    El Espíritu nos permite creer en la victoria final cuando todo a nuestro alrededor nos lleva al desánimo.
"    El Espíritu nos hace pensar en la vida cuando la enfermedad nos habla de la muerte.
"    El Espíritu nos levanta cuando caemos y nos hace mirar con ilusión la vida que nos toca vivir, allí donde Dios nos pone, aunque no sea el lugar que habíamos soñado.
"    Sabemos que el miedo es parte de nuestro caminar.
"    Nos da miedo la vida y nos cuesta enfrentarnos con nuestras cruces y dificultades; el futuro incierto nos asusta.

El miedo dominaba a los discípulos que permanecían encerrados en el cenáculo junto a María: "Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar".
 Imploraban un Espíritu que desconocían y confiaban sólo en las palabras de esperanza dichas por Jesús antes de desaparecer entre las nubes.
Creían en ese Cristo que había consolado sus vidas y les había dado una misión y por eso guardaban sus palabras con tanta fe.
No se iban a quedar huérfanos ahora que habían comenzado a ser creyentes.

Y el fruto de su oración lo narran los hechos de los Apóstoles: "De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra".
"    Aquellas lenguas de fuego cambiaron sus vidas para siempre.
"    Perdieron el temor y nuevos signos de vida aparecieron a través de sus manos y palabras.
"    Dejaron de ser pesimistas y creyeron que podrían ser capaces de cambiar el mundo.
"    No calcularon sus fuerzas, no midieron sus posibilidades, no se quedaron en la capacidad que Dios les había dado.
"    Creyeron en lo imposible y Dios lo hizo posible.
"    El Espíritu no los hizo distintos, respetó su originalidad, pero hizo grandes obras por medio de sus débiles manos.
"    El Espíritu cambió sus vidas.

"    Pero para hacer todo esto posible, los discípulos tuvieron que perseverar en oración junto a María.
"    El Cenáculo es obra de los hombres que perseveran.
"    Pentecostés es obra de Dios.
"    El cenáculo surge del sudor de nuestras manos, del empeño de nuestra voluntad quebradiza, del deseo imperioso de recibir la gracia.
"    Pero no en soledad, sino en comunión.
"    Los discípulos se apoyaron los unos en los otros en los momentos de dificultad y todos se apoyaron en María.
Recorremos la vida creyendo muchas veces que vamos solos, pero no es así, caminamos encordados los unos con los otros.

Decía Pablo Domínguez: "Pero lo admirable sucede cuando vas encordado. Me acuerdo de ir encordado por los glaciares, por las grietas. Eres consciente de que te puedes caer. Cuando vas encordado cambia tu visión de las cosas. Es la imagen de la vida cristiana: vamos unidos ¡La comunión de los santos aporta una dimensión radiante a la vida cristiana! ¿Quién va el primero? El que cree que va solo es el primero. Habitualmente en los pasos difíciles, es el más débil. El último va vigilando.
Nosotros habitualmente somos débiles y pensamos que vamos solos. ¡Qué va! Va detrás Alguien asegurándonos. Es Jesucristo quien nos asegura; por eso vamos muy tranquilos. Pero junto a Él, María. Es fundamental en nuestra vida"2.

"    Los discípulos estaban en oración junto a María y su presencia los calmaba.
"    Se unieron para rezar, para acompañarse en los momentos de duda, porque sabían que solos no podrían.
"    Y María los mantuvo unidos en oración.
"    Estaban encordados los unos a los otros y todos a María.
Decía el P. Kentenich: "María es también nuestra guía. ¿Qué tememos entonces? Ella ciertamente nos guiará y nos ayudará en la exploración y conquista de nuestro mundo interior"3.

"    María nos enseña a rezar y nos conduce a la profundidad del corazón de Dios, a lo más profundo de nuestro corazón, lleno de miedos e inseguridades, una maraña de dudas donde Ella quiere reinar.
"    A su lado no tememos.
"    En Ella podemos perseverar y conquistar nuestro mundo interior, el mundo más desconocido, el mundo más importante.
"    Ella nos enseña el camino del silencio y nos muestra quiénes somos de verdad, nuestra auténtica identidad.
"    Con Ella suplicamos los dones del Espíritu Santo y nos dejamos transformar en la fuerza del amor de Dios.
Recorremos ahora algunos de los dones que se nos dan como signo del amor de Dios.

Hoy el Espíritu Santo nos envía el don de la unidad: " Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban: - ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua". Hch. 2, 1-11.
La unidad es expresión de esa comunidad que escucha en su propio idioma lo que Dios quiere comunicar en lenguas diversas.

El Espíritu nos une respetando nuestra originalidad: "Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común".
Cada uno tiene su originalidad y su misión.
El problema es cuando nos comparamos y deseamos lo que no tenemos. Cuando renegamos del don recibido, porque nos parece poco al ver otros.
El drama comienza con la envidia o con la soberbia.
Dice San Cirilo de Jerusalén: "Se sirve de la lengua de unos para el carisma de la sabiduría; ilustra la mente de otros con el don de la profecía. Fortalece, en unos, la templanza; en otros, la misericordia; al otro, le prepara para el martirio".
"    Dios regala sus dones y permite que cada uno tenga un carisma y una misión diferente.
Pero, ¡qué difícil nos resulta aceptar las diferencias y querer los diferentes caminos en la Iglesia!
Surge la crítica y la comparación.
El deseo de poder y de tener lo que otros tienen.
No nos conformamos con nuestra suerte, dudamos.
"    Pero lo que Dios quiere es nuestra unidad: "Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu". Cor. 12, 3b-7. 12-13.

"    Somos un solo cuerpo y en Dios encontramos nuestra unidad, la unidad que sólo se nos regala como un don.

¿Somos constructores de unidad?
¿O resaltamos con más frecuencia lo que nos separa que lo que nos une?
Es más fácil desunir, es casi una costumbre la crítica y siempre resulta más habitual buscar lo que nos diferencia que lo que nos une.
"    La unidad es una misión para toda la vida.
"    Unir respetando las diferencias es el gran desafío.
Pero, ¡cómo nos duelen las diferencias!
¡Cuánto nos cuesta aceptar las cosas que no nos gustan!
La unidad parece imposible.
Estamos divididos por dentro y por eso no unimos cuando actuamos y hablamos.
En nuestro interior no hay unidad, pensamos una cosa y luego hacemos otra, queremos amar en la verdad y nos estancamos en la mediocridad.
No hay armonía en nuestra alma.

Por eso es tan difícil unir a nuestro alrededor.
"    La unidad sólo se puede construir en el fuego del Espíritu.
"    La unidad en la vida familiar, en la que siempre chocan más las cosas que nos diferencian.
"    La unidad en la Iglesia, que está llamada a ser signo de unidad en medio de un mundo tan dividido.
"    La unidad en nuestro trabajo, donde cada uno vive sin tomar en cuenta a los otros.
"    El desafío de nuestro mundo es la unidad.
"    Hoy suplicamos este don para saber unir.
Hoy el Espíritu Santo nos envía el don de su paz: "Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: - Paz a vosotros".

Necesitamos la paz de Dios.
Leía hace poco: "Si tenemos que alejarnos de la gente y del mundo para hallar la paz, es que esa paz no está realmente en nosotros"4.
Y es verdad.
"    La paz es un don de Dios que llevamos allí donde estemos.
"    La paz va con nosotros.
"    irradiamos paz o sembramos nerviosismo con nuestra presencia, estemos donde estemos.
"    La paz es un don que tenemos que pedir cada día porque muchas cosas nos alteran y sacan lo peor de nosotros.
"    La falta de armonía interior, la falta de orden, nos hacen perder la paz del corazón.
"    La paz nos hace vivir los contratiempos, los fracasos y las heridas, como una parte más de nuestro camino.
"    Vivir con paz no es tan fácil porque las circunstancias logran sacar lo peor de nuestro corazón.
"    Hoy queremos ser constructores de paz, eliminar las guerras y vencer por medio del silencio del amor que se entrega.
"    La paz se construye desde la humildad.

"    Hoy el Espíritu Santo nos regala el don de la alegría: "Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: -Paz a vosotros".
"    Es la alegría verdadera que brota cuando viene Dios a nosotros:

"Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento".
El hombre se afana por la felicidad, por la paz que nunca alcanza.
Y busca recetas, caminos cortos que le dan sólo una felicidad pasajera.
En el fondo del corazón sabemos que "lo que satisfaría realmente a las personas no es adelgazar o ser rico, sino sentirse bien con su vida. En la búsqueda de la felicidad las soluciones parciales no funcionan"5.

"    La alegría verdadera brota del corazón de Dios y se derrama con su gracia.
"    La alegría que soñamos es un don que no alcanzamos por nuestra voluntad. Es fruto del Espíritu en el alma.
"    Hoy suplicamos esa alegría que acabe con los miedos y tristezas que nos quitan tantas veces la paz.
"    Hoy el Espíritu Santo nos regala el don del perdón y de la misericordia de Dios:

"Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos". Jn. 20, 19-23.
"    Y nos hace signos vivos de la misericordia de Dios entre los hombres.
"    Porque estamos llamados a perdonar siempre, no sólo algunas veces: "Cuando la ira, el odio y el resentimiento se hacen presentes en la mente, no cabe más solución que perdonar. Sin perdón no hay espacio para la felicidad"6.
"    El único camino para descansar es quitarnos la losa de la rabia y del rencor.
"    Nos hacemos libres cuando perdonamos y liberamos a aquellos que son perdonados.

"    Pero este perdón tiene que ser un don que no podemos cansarnos de pedir. Perdón sobre nuestra propia vida, perdón sobre la vida de los que nos ofenden.
"    Y la misericordia que construye el bien sobre los cimientos pobres de cada caída.
"    Hoy el Espíritu Santo nos regala la misión para nuestra vida: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo".

Los santos, los enamorados de Dios, han sabido descubrir su misión en esta tierra escuchando a Dios en el corazón.

El P. Kentenich decía: "Mi misión fue y es anunciar al mundo el misterio de María. Mi labor es proclamar a María y darla a conocer en nuestra época como la colaboradora permanente de Cristo en toda la obra de redención, como la Corredentora y la Mediadora de las gracias; María, en profunda bi-unidad con Cristo y
con la misión específica que Ella, desde su Santuario, tiene para nuestro tiempo"7.

Él sabía que su misión era acercar muchos corazones al corazón de María. Sabía lo difícil que es caminar en la vida sin saber muy bien el rumbo a seguir. O aferrarnos a un camino creyendo que puede haber otros que nos hagan más plenos y felices.
Pero.
"    ¿cuál es el camino que tenemos que seguir?
"    ¿Hacia dónde va nuestro destino?
"    ¿Cuál es nuestra vocación?
El otro día me comentaban: "Es sorprendente pero creo que hasta ahora no me había hecho este planteamiento, me parecía que el camino era el que era, uno podía seguirlo o no, pero eso significaba acertar o equivocarse. Si Dios te llama por aquí, te llama por aquí y no por otro lado. Ahora creo que no es exactamente así, que hay muchos caminos que llevan al mismo sitio, más rápido, más despacio, más fácil, más difícil y muchas posibilidades de rectificar".
"    Cuando sólo vemos un camino, y no aceptamos otras alternativas que llevan al mismo lugar, nos endurecemos.
"    No todo es tan rígido como creemos.
"    Hay caminos más lentos y otros más rápidos hacia Dios.
"    Podemos equivocarnos y volver a confiar.
"    Podemos empezar siempre de nuevo, eso nos da mucha paz.

"    Lo esencial es no cansarnos de buscar nuestro camino, allí donde Dios puede hacernos más fecundos para el mundo.
"    Lo importante es saber que somos buscadores y que siempre estaremos en camino, allí donde Dios quiera enviarnos.
Una persona me comentaba: "Un buscador busca y está encantado de buscar. Alguna vez encontrará algo, algún destello. Pero no hay que razonar el misterio. Buscamos la felicidad completa, que nunca alcanzaremos; pero es bueno buscarla, es bueno que siempre seamos buscadores, sin necesidad de encontrar, sin exigirnos encontrar".

Llevamos el anhelo de eternidad grabado en el alma, el deseo de plenitud que la vida no sacia.
Por eso buscamos.
Queremos saberlo todo y entender el sentido de todo lo que hacemos. Queremos que las cosas cuadren.
Si damos tanto, esperamos otro tanto como respuesta.
Entregamos y queremos recibir.
Sembramos y esperamos la época de la siega para recoger el fruto soñado. Pero el Espíritu no es así.

"    Nos lleva donde quiere y nos hace caminar sin seguros.
"    Nos permite ser buscadores que no encuentran y soñadores que no alcanzan los sueños.
"    No para hacernos sufrir, pero sí para hacernos más libres.
"    Libres de los apegos humanos a los resultados, a los frutos, a las conquistas.
"    Nos hace más suyos y nos transforma en el amor de Cristo.
Decía San Cirilo de Alejandría: "No es difícil percibir cómo transforma el Espíritu la imagen de aquéllos en los que habita: del amor a las cosas terrenas, el Espíritu nos conduce a la esperanza de las cosas del cielo; y de la cobardía y la timidez, a la valentía y generosa intrepidez de espíritu".

"    El Espíritu cambia nuestra imagen y hace que nuestra esperanza esté puesta en los bienes a los que nos llama, esos bienes eternos.

1 Martín E. P. Seligman, "Aprenda optimismo", 20
2 Pablo Domínguez, "Hacia la Cumbre"
3 J. Kentenich, "Bajo la protección de María", T 1, 70
4 Raúl de la Rosa, "El ermitaño que veía películas de Hollywood", 64
5 Mihaly Csikszentmihalyi, "Fluir, una psicología de la felicidad", 19
6 Raúl de la Rosa, "El ermitaño que veía películas de Hollywood", 61
7 José Kentenich, "Kentenich Reader, Tomo I", 82

(AGRADECEMOS A LA SRTA DELIA NAVARRO CASTEX EL ENVÍO DE LA HOMILÍA DEL PADRE CARLOS PADILLA ESTEBAN)

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